Samara,
Rusia.
2016
Nastia
sintió un escalofrío al leer las palabras de amenaza contra ella y su familia.
<¿Qué
clase de broma enfermiza es esta?>
Se preguntó pero rápidamente dejó de darle importancia y cambio de página para
buscar una buena historia en wattpad que pudiera leer.
Amaba leer,
amaba perderse en aquel mundo donde nadie podría alcanzarla. Imaginar una vida
diferente a la que lleva hasta ahora, una vida donde ella era feliz.
Desde la
muerte de su padre a los seis años su madre había estado constantemente de
novia con diferentes hombres, pero todos acaban abandonándola e inmediatamente
volvía a buscar otro esposo para no sentirse sola y sobre todo para sentirse
deseada por el género masculino. Para Nastia era una tortura ver a diferentes
hombres circulando por la casa semi desnudos bebiendo cerveza.
Su
habitación se había transformado en un refugio contra el mundo, odiaba ir al
colegio y odiaba estar en casa. Ambos lugares era un infierno para ella, su
madre no le importaba nada que tuviera que ver con su hija y los estudiantes de
la secundaria la molestaban que era hija de una zorr* y cuando ella creciera
será igual a su madre.
Estaba
cansada de todos, estaba cansada de su madre y del hombre de barba, Anton,
quien apenas veía la oportunidad entraba en el refugio de Nastia y comenzaba a
tocarla bajo sus sabanas mientras ella se hacia la dormida y por dentro daba
pequeños sollozos. Muchas veces había
intentado contarle a su madre que Anton se provechaba de ella pero jamás le
creía e insinuaba que Nastia era lo demasiado coqueta con él. De tanto intentar
se cansó y solo tuvo a desistir y aceptar que usaran su cuerpo aunque eso la
asesinaba por dentro.
Al pasar
las horas se dirigió a la cocina buscando algo que cenar, como era costumbre la
nevera estaba completamente vacía, exceptuando una lecha caducada y un pan tan
duro como un ladrillo.
Tomó sus
auriculares y el dinero que su madre había dejado para comida para salir en
busca de su bicicleta de canastita amarilla, que ya era demasiado pequeña para
su estatura. Pero el único medio de transporte que poseía aparte del auto bus
escolar.
Aparcó su
bicicleta a un árbol cerca del almacén de comida congelada y antes de dar un
paso dentro de la tienda, la voz de una chica la perturbó.
-¿No crees
que es demasiado pequeña para ti?
Era Inna la
preferida de los profesores y alumnos de la secundaria. Iba acompañada con su
hermana mayor, ambas de cabello rubio casi blanco y de ojos color verde oscuro
y ambas perfectas.
-¿No
hablas? –volvió a decir burlona.
Nastia la
miró y bajó inmediatamente su mirada con miedo de hacerle frente.
-Eres un
bicho raro zorr*ta de mamá.
-No seas
mala con la chica fea. –Su hermana mayor también comenzaba con la burla.
-¿Sabías
que su madre cambia de novio cada año? –Inna alzaba su voz.
Nastia
sentía sus ojos arder, quería llorar, pero no lo hacía, se tragaba cada llanto
al igual que cuando los chicos de la secundaria la molestaban en los pasillos,
baños, comedor, etc. Si la vida en su casa era horrible, en la secundaria era
peor.
Exhalo una
gran bocanada de aire y entró a la tienda dejando atrás a la perfecta y maldita
Inna.
-Hola
Nastia.
Era el Gill,
el cajero norteamericano de la tienda y vecino de Nastia desde siempre. Era
solo tres años mayor que ella, y parecía agradarle, siempre le sonreía de
manera deslumbrante cuando entraba al lugar.
-¿Llegaron
los paquetes de arroz?
-Sí, justo
los que te gustan.
Fue en
busca de paquetes de arroz, desde pequeña había aprendido a cocinar, no porque
su madre le enseñará, sino, porque la situación lo meritaba, era eso o morir de
hambre.
También fue
en busca de col para hacerse el zumo hervido que tanto le gustaba.
Lleno sus
manos con un poco más de cosas y se dirigió hacia Gill para pagar las cosas.
Mientras el
chico apuntaba los códigos de barra con su pistola lazar de tono rojo, ella
observaba las revistas, le gustaba mirar donde salían esas mujeres perfectas,
delgadas y muy atractivas. A pesar de ser delgada, pelo castaño claro y ojos
verde, no se sentía hermosa, solo era una chica rusa más. Una vez en verano,
compró una revista con modelos latinoamericanas y tomó sol en su jardín por una
semana con la esperanza de que su pálida piel luciera como las chicas de ese
revista, morena o aunque sea tostada. Pero no resultó, solo le dio insolación y
su piel volvió a ser tan blanca como la nieve.
-Toma,
regalo de la casa. –Gill estiró su mano que contenía un chocolate envuelto en
un lindo papel celofán rosa.
-¿Puedes
hacer eso? –Nastia esquivaba la mirada del chico, esquivaba todas las miradas.
-No lo sé,
pero será nuestro secreto.
-Gracias.
Sonrío
tímidamente y salió de la tienda.
Caminó con
dirección a su casa y una ventisca
comenzó atacar la ciudad, las hojas de los árboles caídos se dispersaban
en el aire formando un espectáculo increíble, Nastia sonrió al verlas
revolotear por todos lados. Aseguró su bufanda a su cuello y prosiguió con su
camino.
~*~
Estaba
frente la puerta de su hogar, mientras intentaba buscar las llaves en los
bolsillos de su abrigo una ventisca azoto llevándose dos billetes que asomaban
en el mismo lugar de las llaves.
Dejó las
bolsas en el suelo y corrió tras esos importantes papeles que se habían
detenido en mitad de la calle. Desprevenida como era su costumbre, caminó sin
cuidado para llegar a esos billetes y en el momento en que se inclina para
recogerlos un estruendo hace estremecer sus tímpanos. Un auto gris se había
detenido en seco frente ella, evitando un accidente fatal.
-¿Eres
estúpida o qué?
La voz del
chico la más que la ruidosa bocina, sin levantar su mirada y mucho menos
observar al hombre de aquel auto gris, giró para adentrarse lo más rápido
posible a su casa.
El auto
emitió un chirrido antes de continuar velozmente su camino y otro ruido hizo
sobresaltar a Nastia, esta vez era su móvil, un mensaje.
Número
desconocido:
“Hola
Nastia. Es hora de que comience tu travesía, el primer desafío es dibujar una
ballena azul en un papel, luego tomar una fotografía y mandársela a tu curador.
Pronto te pondremos en contacto con él. Suerte y recuerda las reglas”
El rostro
de Nastia se estaba en completo asombro. ¿Cómo sabían su número telefónico?
Pero
volviendo a pensar que era solo un juego ridículo, no hizo caso. Y se dirigió a
la cocina para preparar su almuerzo.
~*~
Estaba a
punto de dormir cuando su madre llamó diciendo que se quedarían un mes
disfrutando de sus “merecidas” vacaciones y que pronto le enviaría dinero.
Los ojos de
Nastia se aguaron, era cierto, su madre nunca pasaba con ella pero tampoco le
gustaba la idea de estar sola por un mes completo, era lo suficientemente
grande para no creer en fantasmas pero los ladrones si existían y no sería la
primera vez que alguien intentara forzar la puerta de la entrada de su casa.
En pequeños
sollozos, oyó el pitido de su celular. Otro mensaje.
Número
desconocido:
“Te quedan
solo cinco horas para enviar el dibujo o sino morirás. Tú curador asignado es Bev130,
debes buscarlo y enviarle tu primer desafío. Suerte y recuerda las reglas.”
Nastia seco
sus lágrimas y encendió el portátil, busco en Facebook a su curador y luego
dibujó una ballena azul, no muy perfecta pero de todas maneras envió la foto a
su curador.
Apenas fue
enviada Bev130 respondió.
Bev130:
Pensé que no
lo harías, estaba preocupado. Si fallas tú, falló yo. Debemos ganar. Mañana
tendremos nuestro próximo desafío. Descansa, Nastia.
Una extraña
sensación sintió en su estómago, jamás nadie le había dicho antes de dormir
“Descansa, Nastia”. Una idea cruzó por sus pensamientos, tal vez el juego no
sería aburrido después de todo. Podía ser hasta entretenido conocer a alguien
sin tener que mirarle a los ojos. Lo había hecho por bastante tiempo a través
de Facebook pero siempre terminaba por no hablarles más cuando pedían una
fotografía de ella o una cita a ciegas, si bien las palabras se le daban
excelente, pero no frente una persona.
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Si te gustan los capítulos no olvides dejar un comentario aquí abajito. ¡Muchas Gracias por Leer!
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