lunes, 22 de mayo de 2017

MI DESAFÍO - TERCER DESAFÍO


TERCER DESAFÍO

Nastia volteo inclinó el balde con agua que llevaba en su mano, una vez que quedó vacío lo alejó y comenzó a pasar un trapo por el suelo de la cocina, dejando la cerámica reluciente. La misma acción la había repetido en las habitaciones, el baño y la pequeña sala de estar. 

Los sábados eran los días de asear la casa por todos sus más escondidos rincones, dejando un aroma a frutos del bosque en su interior. Su madre era descuidada, cuando estaba en casa se la llevaba viendo televisión encerrada en su cuarto junto con Anton, las veces que este no tenía que trabajar.

Estar sola no era tan malo como lo pensaba, sin migajas de comida o gotas de cerveza por todas partes hacían que la casa luciera muy bien, a pesar de ser pequeña y arcaica.

Miró el reloj colgado sobre la nevera que marcaba las 13:46 pm. El tiempo pasó muy deprisa y estuvo meditando toda la mañana en si ir en busca de aquel empleo que vio el día anterior en la secundaria. Estaba consiente que su madre no volvería en unas semanas y que tampoco enviaría dinero para su alimentación o gastos.


Dejó el trapo colgando en una pequeña ventana de madera de la cocina y corrió escaleras arriba para cambiarse, debía lucir como una chica responsable. Optó por unos vaqueros negros con un sweater de rayas muy colorido que hace un tiempo compró muy barato en una venta de garaje.

Montó su bicicleta y pedaleó hacia el centro de la ciudad, donde estaba el gimnasio de hielo. En ese lugar el equipo de su secundaria “Black ice” practicaba hockey sobre hielo, ese año iban muy bien posicionados con la esperanza de llegar a las finales.

Al llegar, sus manos comenzaron a sudar y su estómago se encogió, hablar con las personas no era lo suyo y mucho menos sabía cómo actuar para solicitar trabajo. Aseguró su antigua bicicleta al fierro de una banca y se dispuso a entrar mientras pasaba sus manos por sus vaqueros para que el sudor se secara.

-¿Nastia? –brincó al oír esa voz tan familiar.

Se detuvo muy cerca de la cabina de entradas y levantó unos centímetros su mirada, era Gill, muy sonriente como siempre detrás del cristal.

-Hola. –masculló.

Gill era la única persona cercana a su edad que no le era imperceptible la presencia de Nastia, sin saber porque, el chico le sonreía afablemente cada vez que la veía entrar a la tienda.

-¿Vienes a patinar? Hoy hay descuentos. –esbozó otra sonrisa.

-No…ve…vengo por el trabajo. –balbuceó como siempre lo hacía.

-¡Oh! El trabajo, claro. Buscaré a Mark. 

El chico salió de la cabina haciéndole señas con su mano para que Nastia lo siguiera.

Caminaron por un largo pasillo que bordeaba la pista de hielo, era muy grande y los asientos de las gradas eran de color azul metal.

Gill golpeó la puerta que estaba al final del pasillo y la voz de un señor indicó que entraran.

-Disculpe señor, una amiga viene por el trabajo de ayudante de limpieza. –dijo asomándose por la puerta.

-Claro que pase, que pase. –repitió el señor.

Al entrar, Nastia vio a un hombre alto y ancho de hombros, con un cabello muy colorido que la invitaba a tomar asiento. La oficina era mediana, varias fotos de adolescentes colgaban en las paredes, algunas mujeres bailando sobre el hielo con hermosos vestidos y equipos de hombres jugando hockey también sobre el hielo.

-Bueno. Hummm… -rascó su velluda barba rojiza- ¿Cuál es tu nombre?

-Nastia…-soltó rápidamente- Anastasia Petrov. –se corrigió.

-¿Nastia es el diminutivo?

La chica asintió.

-¿Qué edad tienes?

-Quince.

Mantenía sus puños prietos contra sus piernas intentado respirar como se debía. El hombre detrás del escritorio parecía buena persona, pudo notar que aparte de las fotos del gimnasio también había un retrato de él con una niña similar a su edad. <Debe ser su hija> pensó, la pequeña tenía el mismo tono de cabello que el señor.

-Eres muy pequeña para trabajar ¿No crees?

Por primera vez en ese momento Nastia levantó su mirada y se encontró con los ojos marrones del señor.

-Necesito el trabajo…-suspiró.- Mi madre…-se mantuvo en silencio unos segundos, no estaba segura de lo que iba a decir. –Mi madre está de vacaciones con su novio y no dejó suficiente dinero para la comida y gastos de una casa.

El hombre la miró aturullado, para luego decir.

-¿De vacaciones? ¿Estás viviendo sola?

Nastia volvió a bajar la mirada y asintió.

-¿Qué clase de madre tienes? –la voz del hombre sonaba realmente preocupada. –Mira, no debería darte el trabajo, eres menor de edad y si no tengo una autorización de tus padres no puedo dejarte trabajar, pero en vista que tú madre no está en la ciudad, arreglaré unos papeles que deberás firmar y yo me arreglare para hacerlo legal. ¿Te parece bien?

-¿Eso quiere decir que si tengo el trabajo?

-¡Por supuesto! Espero te guste limpiar porque hoy en la noche hay un partido de hockey y te advierto que aquellos partidos tiran los envoltorios y bebidas por todos lados. –miró divertido a la chica. –Pero tranquila, fuera de eso será entretenido, además te adelantaré algo de dinero para que tengas por estos días.

-Gracias señor, gracias.

Nastia estaba realmente emocionada, sus manos habían dejado de sudar y una leve sonrisa iluminaba su rostro, con dinero podría hacer muchas cosas de las que se había perdido. Comprar ropa, comprar libros, ir al cine y más cosas de adolecentes normales.

-Soy Mark… -estiró su mano derecha- Mark Ivanov.

Nastia también estiró su mano y la estrecho con su nuevo jefe.

-Gill podrá darte una inducción por el lugar.

La chica salió de la oficina y vio a Gill apoyado a la pared con su celular en sus manos tecleando de una manera extraordinaria. Este la vio y guardó inmediatamente el móvil en su bolsillo.

-¿Y? ¿Cómo te ha ido?

-Me lo dieron. –Mostró una pequeña sonrisa.

-¡Eso es genial! Seremos compañeros. -El chico estaba más alegre que ella.

Nastia y Gill caminaron juntos mientras el chico le indicaba los lugares del gimnasio, la sala de comida era bastante grande, había máquinas de bebidas, de cabritas y más comida poco saludable. Por otro lado estaba la recepción de patines, varios estantes que contenían patines de diferentes tamaños, desde niños hasta adultos.

-¿Puedo preguntarte algo?

Nastia lo interrumpió mientras Gill le enseñaba el cuarto donde guardaban las cosas de limpieza.

-Adelante. –sonrió de lado.

-¿Renunciaste a la tienda?

Apretó su mandíbula al terminar la pregunta, no estaba acostumbrada a ser tan directa e intrusa con la vida de las personas, menos con hombres.

-No. Este es mi trabajo de los fines de semanas… -caminó hacia unas bancas y se sentó- Y en la semana trabajo en la tienda. Necesito el dinero, tengo pagar muchas cuentas, el alquiler de mi apartamento, la luz, el agua y lo más costoso, mi universidad.

-¿Qué estudias?

La confianza que estaba adquiriendo con ese chico era algo nuevo para ella, jamás había logrado mantener una conversación en persona por tanto tiempo.

-Arquitectura. Es mi segundo año, tengo diecinueve por cierto.

El móvil de Gill comenzó a sonar y este tuvo que salir deprisa hacia la cabina de entradas, la chica que lo estaba cubriendo tenía problemas con unos clientes no muy simpáticos, comentó antes desaparecer de la vista de Nastia.

~*~

Nastia volvió a casa para hacer la tarea de la semana próxima y a leer los últimos capítulos del libro que había dejado pendiente.

Estaba ansiosa de comenzar con su trabajo y esa noche seria su momento a prueba, no podía fallar, necesitaba el dinero y al igual que Gill tendría que pagar en algún momento la universidad. Si empezaba a ahorrar desde ahora, podría pagar varios meses de anticipación y así dejar el resto para huir de casa como siempre lo había planeado al cumplir los dieciocho años.

Sacó de la bolsa transparente la camiseta que debía usar en su nuevo trabajo, era blanca con el logo del gimnasio al lado derecho.

Cambió sus ballerinas por unas zapatillas negras y continuó con sus vaqueros negros, era el único pantalón largo que tenía, todo lo demás eran faldas de cuadros de diferentes colores.


Al llegar al gimnasio pudo ver la cantidad de personas que se mantenían en fila para comprar una entrada para el partido de esta noche. A su lado derecho vislumbró un cartel que decía “Black Ice vs Los Tropicales” el equipo de su secundaria jugaría y ella por primera vez asistiría a un juego, aunque sea por trabajo.
-¡Nastia!

Gill gritó su nombre desde la entrada del gimnasio y luego le hizo señas para que se acercara.

-Mucha gente está llegando. ¿Podrías ir a los camarines de varones? Creo que nadie ha puesto basureros.

La chica asintió y antes de ir a los camarines fue por varios basureros de plásticos que estaban apilados a un costado del cuarto de limpieza.


Entró al primer camarín de lado derecho, encendió la luz y grandes focos de color blanco iluminaron el lugar, en ambos costados había casilleros de color azul y en medio un espejo enorme que se alargaba del suelo hasta el techo. <¿Para que necesitaran un espejo tan grande?> se preguntó. Pero bien sabía que los chicos eran muy vanidosos en estos tiempos y sobre todo los que se creían estrellas deportivas. Comenzó a dejar los basureros en los espacios que quedaban en las bancas de madera en el medio del lugar. Cuando levantó su mirada hacia el espejo notó a una persona parada en el umbral de la puerta, no pudo evitar dar un respingo.

-¿Qué haces aquí? –exclamó el chico con aversión.

Nastia nerviosa caminó muy deprisa hacia él con la intención de esquivarlo y salir de ahí.

-¡Respóndeme! –instó.

-Trabajo aquí. –su tono fue vulnerable. 

El chico la volvió a mirar con aversión y se dirigió hacia un casillero, al girar dejó a la vista su apellido “Gólubev” escrito en la camiseta negra de su equipo junto con un gran número trece en ella. Nastia se quedó aletargada, no sentía sus piernas, conocía aquel chico de cabello castaño, era su compañero en varias clases y el día anterior lo había visto en la biblioteca leyendo, además recordó que pertenecía al grupo de amigos de Inna. Su padre era un empresario muy importante que se llenaba los bolsillos de dinero y satisfacía todos los caprichos de su hijo menor.

Su móvil sonó y dio un pequeño gritito, el chico la miró con animosidad. Nastia bajó su mirada y caminó con dirección al camarín de lado izquierdo.

Número desconocido:
“El tercer desafío es herir a la persona que escribiste en el segundo desafío, puede ser físicamente, materialmente o psicológicamente, tú decides. Debes enviar la fotografía del daño causado a tu curador. Suerte y recuerda las reglas”

Tal vez Inna era malvada pero Nastia no lo era, no podría hacerle daño de ningún tipo a nadie, incluso a Inna, por mucho que se lo mereciera.

Guardó su móvil en el bolsillo y continuó con las tareas de su nuevo trabajo.



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