TERCER
DESAFÍO
Nastia volteo inclinó el balde con agua que llevaba en su
mano, una vez que quedó vacío lo alejó y comenzó a pasar un trapo por el suelo
de la cocina, dejando la cerámica reluciente. La misma acción la había repetido
en las habitaciones, el baño y la pequeña sala de estar.
Los sábados eran los días de asear la casa por todos sus
más escondidos rincones, dejando un aroma a frutos del bosque en su interior.
Su madre era descuidada, cuando estaba en casa se la llevaba viendo televisión
encerrada en su cuarto junto con Anton, las veces que este no tenía que
trabajar.
Estar sola no era tan malo como lo pensaba, sin migajas
de comida o gotas de cerveza por todas partes hacían que la casa luciera muy
bien, a pesar de ser pequeña y arcaica.
Miró el reloj colgado sobre la nevera que marcaba las
13:46 pm. El tiempo pasó muy deprisa y estuvo meditando toda la mañana en si ir
en busca de aquel empleo que vio el día anterior en la secundaria. Estaba
consiente que su madre no volvería en unas semanas y que tampoco enviaría
dinero para su alimentación o gastos.
Dejó el trapo colgando en una pequeña ventana de madera
de la cocina y corrió escaleras arriba para cambiarse, debía lucir como una
chica responsable. Optó por unos vaqueros negros con un sweater de rayas muy
colorido que hace un tiempo compró muy barato en una venta de garaje.
Montó su bicicleta y pedaleó hacia el centro de la
ciudad, donde estaba el gimnasio de hielo. En ese lugar el equipo de su
secundaria “Black ice” practicaba
hockey sobre hielo, ese año iban muy bien posicionados con la esperanza de
llegar a las finales.
Al llegar, sus manos comenzaron a sudar y su estómago se
encogió, hablar con las personas no era lo suyo y mucho menos sabía cómo actuar
para solicitar trabajo. Aseguró su antigua bicicleta al fierro de una banca y
se dispuso a entrar mientras pasaba sus manos por sus vaqueros para que el
sudor se secara.
-¿Nastia? –brincó al oír esa voz tan familiar.
Se detuvo muy cerca de la cabina de entradas y levantó
unos centímetros su mirada, era Gill, muy sonriente como siempre detrás del
cristal.
-Hola. –masculló.
Gill era la única persona cercana a su edad que no le era
imperceptible la presencia de Nastia, sin saber porque, el chico le sonreía
afablemente cada vez que la veía entrar a la tienda.
-¿Vienes a patinar? Hoy hay descuentos. –esbozó otra
sonrisa.
-No…ve…vengo por el trabajo. –balbuceó como siempre lo
hacía.
-¡Oh! El trabajo, claro. Buscaré a Mark.
El chico salió de la cabina haciéndole señas con su mano
para que Nastia lo siguiera.
Caminaron por un largo pasillo que bordeaba la pista de
hielo, era muy grande y los asientos de las gradas eran de color azul metal.
Gill golpeó la puerta que estaba al final del pasillo y
la voz de un señor indicó que entraran.
-Disculpe señor, una amiga viene por el trabajo de
ayudante de limpieza. –dijo asomándose por la puerta.
-Claro que pase, que pase. –repitió el señor.
Al entrar, Nastia vio a un hombre alto y ancho de hombros,
con un cabello muy colorido que la invitaba a tomar asiento. La oficina era
mediana, varias fotos de adolescentes colgaban en las paredes, algunas mujeres
bailando sobre el hielo con hermosos vestidos y equipos de hombres jugando
hockey también sobre el hielo.
-Bueno. Hummm… -rascó su velluda barba rojiza- ¿Cuál es
tu nombre?
-Nastia…-soltó rápidamente- Anastasia Petrov. –se
corrigió.
-¿Nastia es el diminutivo?
La chica asintió.
-¿Qué edad tienes?
-Quince.
Mantenía sus puños prietos contra sus piernas intentado
respirar como se debía. El hombre detrás del escritorio parecía buena persona,
pudo notar que aparte de las fotos del gimnasio también había un retrato de él
con una niña similar a su edad. <Debe
ser su hija> pensó, la pequeña tenía el mismo tono de cabello que el
señor.
-Eres muy pequeña para trabajar ¿No crees?
Por primera vez en ese momento Nastia levantó su mirada y
se encontró con los ojos marrones del señor.
-Necesito el trabajo…-suspiró.- Mi madre…-se mantuvo en
silencio unos segundos, no estaba segura de lo que iba a decir. –Mi madre está
de vacaciones con su novio y no dejó suficiente dinero para la comida y gastos
de una casa.
El hombre la miró aturullado, para luego decir.
-¿De vacaciones? ¿Estás viviendo sola?
Nastia volvió a bajar la mirada y asintió.
-¿Qué clase de madre tienes? –la voz del hombre sonaba
realmente preocupada. –Mira, no debería darte el trabajo, eres menor de edad y
si no tengo una autorización de tus padres no puedo dejarte trabajar, pero en
vista que tú madre no está en la ciudad, arreglaré unos papeles que deberás
firmar y yo me arreglare para hacerlo legal. ¿Te parece bien?
-¿Eso quiere decir que si tengo el trabajo?
-¡Por supuesto! Espero te guste limpiar porque hoy en la
noche hay un partido de hockey y te advierto que aquellos partidos tiran los
envoltorios y bebidas por todos lados. –miró divertido a la chica. –Pero
tranquila, fuera de eso será entretenido, además te adelantaré algo de dinero
para que tengas por estos días.
-Gracias señor, gracias.
Nastia estaba realmente emocionada, sus manos habían
dejado de sudar y una leve sonrisa iluminaba su rostro, con dinero podría hacer
muchas cosas de las que se había perdido. Comprar ropa, comprar libros, ir al
cine y más cosas de adolecentes normales.
-Soy Mark… -estiró su mano derecha- Mark Ivanov.
Nastia también estiró su mano y la estrecho con su nuevo
jefe.
-Gill podrá darte una inducción por el lugar.
La chica salió de la oficina y vio a Gill apoyado a la
pared con su celular en sus manos tecleando de una manera extraordinaria. Este
la vio y guardó inmediatamente el móvil en su bolsillo.
-¿Y? ¿Cómo te ha ido?
-Me lo dieron. –Mostró una pequeña sonrisa.
-¡Eso es genial! Seremos compañeros. -El chico estaba más
alegre que ella.
Nastia y Gill caminaron juntos mientras el chico le
indicaba los lugares del gimnasio, la sala de comida era bastante grande, había
máquinas de bebidas, de cabritas y más comida poco saludable. Por otro lado
estaba la recepción de patines, varios estantes que contenían patines de
diferentes tamaños, desde niños hasta adultos.
-¿Puedo preguntarte algo?
Nastia lo interrumpió mientras Gill le enseñaba el cuarto
donde guardaban las cosas de limpieza.
-Adelante. –sonrió de lado.
-¿Renunciaste a la tienda?
Apretó su mandíbula al terminar la pregunta, no estaba
acostumbrada a ser tan directa e intrusa con la vida de las personas, menos con
hombres.
-No. Este es mi trabajo de los fines de semanas… -caminó
hacia unas bancas y se sentó- Y en la semana trabajo en la tienda. Necesito el
dinero, tengo pagar muchas cuentas, el alquiler de mi apartamento, la luz, el
agua y lo más costoso, mi universidad.
-¿Qué estudias?
La confianza que estaba adquiriendo con ese chico era
algo nuevo para ella, jamás había logrado mantener una conversación en persona
por tanto tiempo.
-Arquitectura. Es mi segundo año, tengo diecinueve por
cierto.
El móvil de Gill comenzó a sonar y este tuvo que salir
deprisa hacia la cabina de entradas, la chica que lo estaba cubriendo tenía
problemas con unos clientes no muy simpáticos, comentó antes desaparecer de la
vista de Nastia.
~*~
Nastia volvió a casa para hacer la tarea de la semana
próxima y a leer los últimos capítulos del libro que había dejado pendiente.
Estaba ansiosa de comenzar con su trabajo y esa noche
seria su momento a prueba, no podía fallar, necesitaba el dinero y al igual que
Gill tendría que pagar en algún momento la universidad. Si empezaba a ahorrar desde
ahora, podría pagar varios meses de anticipación y así dejar el resto para huir
de casa como siempre lo había planeado al cumplir los dieciocho años.
Sacó de la bolsa transparente la camiseta que debía usar
en su nuevo trabajo, era blanca con el logo del gimnasio al lado derecho.
Cambió sus ballerinas por unas zapatillas negras y
continuó con sus vaqueros negros, era el único pantalón largo que tenía, todo
lo demás eran faldas de cuadros de diferentes colores.
Al llegar al gimnasio pudo ver la cantidad de personas
que se mantenían en fila para comprar una entrada para el partido de esta
noche. A su lado derecho vislumbró un cartel que decía “Black Ice vs Los Tropicales” el equipo de su secundaria jugaría y
ella por primera vez asistiría a un juego, aunque sea por trabajo.
-¡Nastia!
Gill gritó su nombre desde la entrada del gimnasio y
luego le hizo señas para que se acercara.
-Mucha gente está llegando. ¿Podrías ir a los camarines
de varones? Creo que nadie ha puesto basureros.
La chica asintió y antes de ir a los camarines fue por
varios basureros de plásticos que estaban apilados a un costado del cuarto de
limpieza.
Entró al primer camarín de lado derecho, encendió la luz y
grandes focos de color blanco iluminaron el lugar, en ambos costados había casilleros
de color azul y en medio un espejo enorme que se alargaba del suelo hasta el
techo. <¿Para que necesitaran un
espejo tan grande?> se preguntó. Pero bien sabía que los chicos eran muy
vanidosos en estos tiempos y sobre todo los que se creían estrellas deportivas.
Comenzó a dejar los basureros en los espacios que quedaban en las bancas de
madera en el medio del lugar. Cuando levantó su mirada hacia el espejo notó a
una persona parada en el umbral de la puerta, no pudo evitar dar un respingo.
-¿Qué haces aquí? –exclamó el chico con aversión.
Nastia nerviosa caminó muy deprisa hacia él con la
intención de esquivarlo y salir de ahí.
-¡Respóndeme! –instó.
-Trabajo aquí. –su tono fue vulnerable.
El chico la volvió a mirar con aversión y se dirigió
hacia un casillero, al girar dejó a la vista su apellido “Gólubev” escrito en la camiseta negra de su equipo junto con un
gran número trece en ella. Nastia se quedó aletargada, no sentía sus piernas,
conocía aquel chico de cabello castaño, era su compañero en varias clases y el
día anterior lo había visto en la biblioteca leyendo, además recordó que
pertenecía al grupo de amigos de Inna. Su padre era un empresario muy
importante que se llenaba los bolsillos de dinero y satisfacía todos los
caprichos de su hijo menor.
Su móvil sonó y dio un pequeño gritito, el chico la miró
con animosidad. Nastia bajó su mirada y caminó con dirección al camarín de lado
izquierdo.
Número desconocido:
“El tercer desafío es herir a la persona que escribiste
en el segundo desafío, puede ser físicamente, materialmente o psicológicamente,
tú decides. Debes enviar la fotografía del daño causado a tu curador. Suerte y
recuerda las reglas”
Tal vez Inna era malvada pero Nastia no lo era, no podría
hacerle daño de ningún tipo a nadie, incluso a Inna, por mucho que se lo
mereciera.
Guardó su móvil en el bolsillo y continuó con las tareas
de su nuevo trabajo.
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